Nuestro hotel tiene contratadas o pactadas una serie de habitaciones con varias agencias para vender, como todos los hoteles. Además, algunas de ellas se enmarcan en unos paquetes u ofertas concretos. En una de estas agencias, nuestras habitaciones se venden en varios paquetes, la mayoría incluyendo el SPA. En estos casos, siempre aparecen los horarios del SPA para que el cliente pueda ver cuándo puede o no usarlo. Cuando nos llega una de estas reservas, después de introducirla en el sistema de reservas, la pasamos a nuestros compañeros del SPA, que toman nota y se ponen en contacto con el cliente para hacer la reserva.
Una clienta reservó habitación de este último modo. Cuando llegan al hotel a hacer el check-in (la entrada), la compañera que les atiende les pregunta sobre la reserva en el SPA, si nuestros compañeros les llamaron para concertar la cita.
- Pues a mí no me ha llamado nadie.
- Pues es raro, porque siempre llaman al cliente.
- Yo, que he dado todos mis datos, mi teléfono, mi mail, y no nos ha contestado nadie,- responde el marido.
- Bueno, dejénme que llame al SPA a ver si es que se les pasó o algo.
La compañera llama al SPA y pregunta al compañero que estaba en ese momento. Que sí, que le llamaron pero nadie respondió. Como el hombre dijo que nadie les llamó, le preguntó a qué teléfono llamaron (pensando que les habría bailado algún número o algo). Y que sí, que habían llamado varias veces, pero nadie contestó.
- Ese es mi teléfono,- responde la mujer.
- ¿Y no vio que tenía llamadas perdidas del hotel?
- Yo sólo vi UNA llamada perdida, pero como no indentifiqué el número, no llamé.
TÓCATE LOS PIES!!!
Pero aquí no acaba la cosa, porque luego responde el marido, enfadado.... A SU MUJER:
- ¿Y cómo no llamaste luego?
Pero, vamos, que estaban empecinados en echarnos la culpa a nosotros. (Empecinados. Me encanta esa palabra. Es tan.... pornográfica).