1:30 de la noche. Llega un pequeño grupo de gente (10 personas) y suben a las habitaciones. Al poco baja una de las mujeres.
- Mire, que nosotros teníamos dos tarjetas para la habitación. Una nos la llevamos nosotros y la otra la dejamos en la habitación para dejar encendido el aire acondicionado y que la habitación estuviera fresca al volver, pero ya no está la tarjeta.
- ¿A qué hora se fueron? (Pensando que, si se fueron por la mañana, alguna de las camareras de pisos haya cogido la tarjeta tras hacer la habitación pensando que era de ella).
- Ha sido ahora. Que salimos a cenar.
Os podéis imaginar mi cara de alucinación.
- Eso es muy extraño, señora. Es imposible que nadie entrara en su habitación. (Y la explico lo de antes). ¿Seguro que dejaron la tarjeta en la habitación? Porque a lo mejor alguno de ustedes la cogió sin saberlo.
Bueno, que así siguió la cosa, tratando de explicarle que es imposible que nadie entrara en su habitación. La mujer termina por medio aceptar las disculpas y la explicación y se va, pero al momento baja el marido, con la misma música, y yo volviendo otra vez a la explicación.
- Gracias a Dios que no se han llevado nada y está todo en su sitio.
- Eso es lo importante.
- Pero míreme esto. Porque tiene que haber sido alguien del hotel.
Y yo continúo con mi retahíla. El hombre, finalmente, se va a la habitación. Pero aquí no acaba la cosa, ya que al poco me llaman a la recepción.
- Buenas noches, disculpe, soy de la habitación esta, que he estado antes abajo con usted. Que ya hemos encontrado la tarjeta. ESTABA EN EL SUELO.
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