LIBRO DE VISITAS

viernes, 10 de septiembre de 2010

Dios, cómo se nota que se han acabado las vacaciones, ¿eh? Apenas llevamos una semana de septiembre y ya ha dado un gran bajón la ocupación del hotel para estas fechas. La noche ha sido tan tranquila y me he aburrido de tal manera que he terminado de estar aburrido de estar aburrido (mal juego de palabras, lo sé). Tanto, que apenas me han dado ganas de escribir. Porque en noches como estas apenas pasa nada. Y las neuronas las tenía en huelga, ya que apenas me acordaba de ninguna anécdota. Hasta que me he acordado de una bastante graciosa.

Me remonto a un par de años o tres, cuando, lo que seáis de Castilla os acordaréis, tuvimos la plaga de topillos. Pues bien, el hotel, al estar a las afueras de la ciudad, en un lugar a medio urbanizar (a un lado tenemos el barrio, al otro un descampado), pues era normal que algun que otro topillo asomara la nariz. Y varias veces se nos colaban en el hotel. Por la noche me dediqué más a cazarlos que a mis verdaderas labores profesionales. Aún me imagino la cara que pondrán mis compañeros y mis jefes si pusieran lo que las cámaras grabaron una de esas noches. Vi a un topillo merodeando en la recepción y yo, caja en mano, dando vueltas detrás de él tratando de cogerle, pero se me escapaba siempre.

Pero lo bueno fue otra noche. Me avisaron de que teníamos un pequeño grupo (uno de los pocos, por no decir el único, que se portó muy bien) que estaba relacionado con algo del AVE. No recuerdo muy bien, pero creo que eran trabajadores que estaban haciendo un túnel para el tren. La verdad es que eran pocos (apenas seis o siete) y que vinieron a las seis de la mañana. Yo, pues les di los buenos días y les hice el check-in (les tomé los datos para la entrada). Mientras tecleaba en el ordenador, noté movimiento detrás de mí, y, con el rabillo del ojo, vi a un topillo (!). Con el sonrojo cubriéndome las mejillas y con una sonrisa nerviosa, no paraba de pensar "que no lo hayan visto", y creo que no lo vieron, porque estaban hablando entre ellos. Así que seguí como si nada.

Pero ahí no acaba la cosa: tenían preparado un pequeño desayuno en el comedor (tanto para ellos que entraban como para sus compañeros que los relevaban, que ya estaban alojados en el hotel). Cuando se fueron al comedor, vi a otro topillo (o quizá el mismo de antes) que se dirigía al comedor. Al rato, veo a uno de los clientes acercarse. "Ay Dios, que han visto el topillo". Pues no. "Perdona, ¿nos podría encender la luz? Es que estamos a oscuras". Acompaño al hombre hasta el comedor para encender las luces, cuando, de repente, veo al topillo avanzando decidido hacia nosotros. Yo le veía y pensaba "o te apartas o te aparto". Y no se apartaba. Y nuestros caminos se cruzaban. Y el hombre detrás de mí. Hasta que le tenía a un paso. ¿Qué hice? Separé un poco las piernas para no pisarlo y seguir mi camino. Lo que no sé es si el hombre, que estaba detrás de mi, se dio cuenta.

En fin, este verano ya nos hemos olvidado todos de los topillos (que parecían hámsters), ya que no se ha vuelto a saber más de ellos. Ahora sólo me debo preocupar de los moscones ¬¬

1 comentario:

  1. Dios...Yo me acuerdo por que siempre en verano voy a Valladolid.Te entiendo perfectamente.
    Como la casa de mi tía era un bajo dios lo tenía todo plagado de trampas de esas y siempre con la escoba.
    Madre la guerra que dieron xDD

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